Entrevista a Ana María Martínez, madre de una antigua alumna que estudió gracias a una beca Alumni
Ana María Martínez es madre de Marina, graduada de Biología y becaria de la primera promoción del programa de becas Alumni. Nos cuenta lo que significó para ella que su hija recibiera la beca y cómo fue su experiencia.
¿Cómo empezó su historia con becas Alumni?
Marina decidió estudiar Biología. Cuando ella decide algo es rotundo, pero era quizá el año más complicado de nuestra vida por la enfermedad de mi marido, que falleció al año siguiente. Antes de tener que decirle que no, fuimos a preguntar a la Universidad. Allí nos dijeron que podían ayudarnos porque se acababa de crear el programa de becas Alumni. A Marina se la concedieron y gracias a ello pudo empezar la carrera.
¿Qué impacto tuvo para ustedes la beca de Marina?
Ella era muy trabajadora ya de antes, pero ese compromiso de la beca se notó. Pensaba que con la oportunidad que le estaban dando tenía que sacar la carrera adelante aún mejor. Y así lo hizo.
Sin la beca Alumni, ¿qué otra opción tenía?
Estaba la opción de pedir la beca al Gobierno y la del Estado. Pero no tuvimos la seguridad que sentimos al pedir la beca Alumni. Con Alumni, si tú no fallas, la beca es tuya toda la carrera. Además, el Gobierno supervisa que la beca esté para lo que tiene que estar y que haya buenos resultados, pero no conocen a los becarios uno a uno. Aquí quienes reciben la beca tienen cara y nombre, es personal.
¿Cómo vivió la experiencia de su hija en la Universidad?
Lo puedo resumir en una conversación que tuve una vez con ella. Llevaba once años yendo a la universidad, entre el grado, el máster y el doctorado. Le dije: “Hija mía, ¿no te aburres de hacer todos los días el mismo camino?”. Y pensaba que me diría que un poco harta sí que estaba, pero me contestó: “¿Sabes una cosa, mamá? Para nada, esto es lo que me gusta hacer”. Y es verdad, siempre la he visto feliz yendo a la Universidad, cansada sí, pero aburrida nunca.
Hasta que por fin llegó el día de la defensa de la tesis…
Sí, yo pensé que sería un tostón. Fuimos mis hermanas, mis sobrinas y su novio. Estuvo hablando dos horas y media y yo no entendía muy bien todo lo que decía, pero no me aburrí. La manera en que dominaba la materia y cómo lo transmitía me dejó sin palabras. Todo el mundo la felicitaba y tenía una cara de felicidad que aún recuerdo. Solo me repetía a mí misma: “Caramba, lo ha hecho bien”. Todo lo que ha estudiado, todo lo que se ha sacrificado verdaderamente está ahí. Ahí te das cuenta de todo el esfuerzo. Está haciendo lo que le gusta y eso merece la pena.
¿Qué les dirías a los Amigos que dan su aportación para las becas?
Dicen que Botín da medias becas, que Zara da becas; pero me imagino que lo más importante es el goteo de mucha gente que, aunque no tiene demasiado, sí puede prescindir de un poquito. Eso ayuda a muchísima gente. No sabemos qué puede pasar luego con quienes reciben la beca, pueden llegar lejos, pueden quedarse por el camino; pero una cosa es clara: si no empiezan no tienen ni siquiera la oportunidad de llegar a algún lado, no emprenden ningún camino. Y eso no puede ser. Quienes aportan tienen que estar contentos con tantos jóvenes que salen, hacen algo bueno y que les gusta.
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